Boca Juniors vivió una noche amarga en la Bombonera. La derrota 1-0 frente a Racing Club significó mucho más que un resultado adverso: marcó el fin de una ilusión y expuso falencias que ya venían acumulándose en el funcionamiento del equipo. Desde el inicio del encuentro, el Xeneize mostró una versión apagada, sin claridad y sin la chispa necesaria para imponerse ante un rival que planteó un esquema táctico preciso y efectivo.
El equipo de Claudio Úbeda nunca logró romper la línea de cinco defensores que Gustavo Costas dispuso en Racing. Esa barrera fue un muro infranqueable para un Boca que presentó un paranteo sin ideas, carente de variantes y profundidad. Pasaron los minutos, y la falta de creatividad se volvió una constante preocupante: el conjunto local completó los 90 minutos sin patear al arco, un dato que resume la impotencia ofensiva y la imposibilidad de sacar adelante un partido jugado bajo sus propios términos, en su propia casa.

Mientras Boca chocaba una y otra vez contra sus limitaciones, Racing ejecutó su plan con solidez. Tuvo una ocasión clara en el primer tiempo y otra en el segundo, ambas generadas con precisión y paciencia. Y cuando parecía que el partido se encaminaba a un cierre sin goles, llegó el golpe decisivo: un centro de Rojas cayó al área y encontró el impecable anticipo de Maravilla Martínez, quien conectó un cabezazo preciso para el 1-0. La jugada dejó expuesto al arquero, que permaneció estático, sin salir a cortar ni intervenir. No se trata de cargarle toda la responsabilidad, pero sí de reconocer que su falta de reacción fue determinante en la acción que definió el encuentro.

Las miradas críticas también apuntaron al banco de suplentes. Claudio Úbeda realizó apenas un cambio sustancial a lo largo del partido: el ingreso de Velasco por el Changuito, quien había sido hasta ese momento el jugador más desequilibrante de Boca. La decisión generó desconcierto, porque el juvenil era uno de los pocos que aportaba frescura y movilidad en una noche trabada y sin variantes. Sacarlo resultó difícil de entender, y se espera que el cuerpo técnico brinde explicaciones sobre una modificación que modificó la estructura del equipo sin aportar soluciones.

El técnico decidió además un último cambio llamativo: retiró a Delgado para mandar a Bataglia a la cancha en el minuto final, con la única intención de buscar un cabezazo desesperado. Esa maniobra fue catalogada como una locura táctica, más cerca de un manotazo de ahogado que de una estrategia real.
El ingreso de Velasco, por su parte, abrió otro capítulo de dudas. El jugador venía de un episodio muy recordado: su penal fallado ante Alianza a comienzos de año, una situación que marcó su llegada al club. A eso se sumaba que llevaba 55 días sin jugar, sin ritmo y sin haber sumado un solo minuto en la previa. Su reaparición en un partido de esa magnitud, sin el estado ideal, se sintió más como una urgencia que como una decisión planificada.




Tras la derrota, Boca se ve obligado a dar vuelta la página. Lo único positivo que puede rescatar de este cierre de año es la clasificación a la Copa Libertadores 2026, un logro importante pero insuficiente para las aspiraciones del club. Boca no puede conformarse solo con participar: hace demasiado tiempo que no consigue un título importante, y ese vacío se termina pagando en lo futbolístico y en la confianza del plantel.
El equipo se despide con la cabeza gacha, sabiendo que la ilusión que se había generado quedó apenas en una esperanza difusa. Claudio Úbeda deberá replantear muchas decisiones, y la comisión de fútbol también tendrá que hacer su propio análisis. Se esperan incorporaciones y movimientos en el mercado que permitan elevar el nivel competitivo.
Entre los nombres señalados aparece Giménez, cuyo rendimiento viene siendo muy bajo en los últimos cuatro o cinco partidos. Su actuación ante Racing no fue la excepción y se sumó a una lista de preocupaciones que el club tendrá que atender de inmediato.
Así, Boca cierra un capítulo difícil, consciente de que la autocrítica y la reconstrucción serán fundamentales para encarar un 2026 donde la exigencia volverá a ser máxima.

