El papa León XIV culminó su primera gira al exterior con una misa masiva en el paseo marítimo de Beirut, donde unas 150.000 personas se congregaron desde temprano para escuchar su mensaje de paz y unidad. El acto religioso, descrito como el punto más emotivo de su viaje, reunió a fieles de distintas nacionalidades en una ciudad profundamente golpeada por la crisis económica, la inestabilidad política y las secuelas del conflicto del año pasado entre Israel y Hezbollah.

El pontífice arribó el domingo desde Turquía con un propósito claro: llevar un mensaje de aliento, especialmente a la juventud libanesa, que ha visto deteriorarse su confianza en el país debido al prolongado colapso financiero y la amenaza latente de nuevos enfrentamientos armados. A pesar del clima de incertidumbre, León XIV recibió una bienvenida cargada de fervor y esperanza.

Durante su homilía, el papa describió al Líbano como una nación “ensombrecida por múltiples problemas”, mencionando la fragilidad del sistema político, la devastadora crisis económica y los episodios de violencia que reactivaron antiguos temores. Frente a estos desafíos, invitó a los libaneses a “tomar el camino de la reconciliación”, superar divisiones étnicas y religiosas y reconstruir un país capaz de garantizar justicia y fraternidad.

“Despojémonos de la armadura de nuestras divisiones étnicas y políticas, abramos nuestras confesiones religiosas al encuentro mutuo y despertemos el sueño de un Líbano unido, donde reine la paz”, expresó León XIV ante la multitud, que lo recibió con aplausos y banderas.

El ambiente de alegría fue palpable desde el inicio de la ceremonia. El papa se desplazó en su papamóvil entre los asistentes que le acercaban rosas, mientras altos funcionarios del Estado, incluido el presidente Joseph Aoun, acompañaban el recorrido. Para muchos presentes, como Samira Khoury —citada por el servicio de prensa del Vaticano—, la visita papal representó un símbolo de esperanza: “El papa fortalece nuestra alegría y nuestra fe”, dijo emocionada.

A la celebración acudieron personas llegadas desde distintas partes del país y del exterior. Migrantes de Filipinas, Sri Lanka y otras naciones, así como visitantes de Siria y Estados Unidos, se unieron a la misa. Para jóvenes como Elias Fadel, de 22 años, la jornada fue un bálsamo necesario: “Se siente la paz en la mirada de la gente. Ojalá no volvamos a vivir otra guerra”.

Antes de la misa, el pontífice realizó una visita profundamente simbólica: se dirigió al lugar de la explosión del puerto del 4 de agosto de 2020, donde más de 220 personas murieron y más de 6.500 resultaron heridas. Allí rezó en silencio, encendió una lámpara en memoria de las víctimas y se reunió con familiares y sobrevivientes que continúan reclamando justicia. Muchos de ellos sostenían retratos de sus seres queridos mientras escuchaban palabras de consuelo del papa.

Cecile Roukoz, abogada y hermana de una de las víctimas, agradeció la presencia del pontífice y destacó que su voz es crucial para mantener vivo el reclamo: “Necesitamos justicia para nuestros hermanos y para todos los que perdieron la vida”. Hasta el momento, ningún funcionario ha sido responsabilizado por una de las explosiones no nucleares más grandes de la historia, lo que ha alimentado denuncias de interferencias políticas en la investigación.

La jornada papal incluyó otra parada especial: una visita a un hospital psiquiátrico administrado por monjas cerca de la capital. Entre pétalos de rosa, el personal y los pacientes recibieron a León XIV con vítores. La madre superiora, Marie Makhlouf, agradeció al pontífice por su cercanía con los más vulnerables, a lo que él respondió con un llamado a no olvidar a quienes viven en condiciones de fragilidad.
La presencia de León XIV en Beirut también estuvo marcada por encuentros interreligiosos. El lunes, el pontífice exhortó a líderes cristianos y musulmanes a trabajar juntos para combatir la intolerancia y evitar que la violencia se siga expandiendo. Ese mismo día, recibió una verdadera “bienvenida de rockstar” por parte de unos 15.000 jóvenes reunidos en Bkerke, la sede del patriarcado maronita. Allí los alentó a convertirse en protagonistas de la reconstrucción nacional: “Ustedes tienen el entusiasmo para cambiar el curso de la historia y construir un futuro nuevo”.

En sus discursos y gestos, León XIV buscó reavivar la esperanza de una población golpeada por una década de crisis y profundamente marcada por la tragedia de 2020. La investigación por la explosión continúa estancada, con organizaciones nacionales e internacionales denunciando maniobras políticas para frenar el trabajo del juez independiente a cargo. Por ello, los familiares de las víctimas confían en que la visita del papa traiga visibilidad internacional a sus reclamos.
Al finalizar la misa, muchos asistentes no pudieron contener las lágrimas. Para ellos, la visita del pontífice no solo fue una expresión de solidaridad, sino un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, la esperanza puede renacer.








