Un jubilado fue condenado acusado de haber cometido hechos de violencia sexual contra tres de sus hijas desde 2018 hasta 2024 en una vivienda del barrio porteño de Constitución. La testimonial de dos de las víctimas en Cámara Gesell fue la pieza fundamental para la sentencia.
El Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional (TOC) N°3 impuso una pena de 12 años de prisión a un hombre de 73 años que, durante seis años, mantuvo conductas de carácter sexual hacia tres de sus hijas. En el caso intervino la Fiscalía General Nº3 ante los Tribunales Orales, a cargo de Andrés Madrea.
Los jueces Gustavo Valle, Julio Báez y Gustavo Rofrano consideraron a T.R. responsable de hechos de violencia sexual agravados por el vínculo y por haber sido cometidos contra menores de edad, en reiteradas oportunidades, beneficiándose de la convivencia previa con las víctimas. Esto incluyó episodios denunciados por una de las hijas que reveló lo sucedido.
Asimismo, y según información del portal Fiscales, lo declararon culpable de hechos agravados por el vínculo y la edad de la víctima respecto de su hija menor. Por último, fue considerado responsable de tentativa de violencia sexual, también agravada por el vínculo y la minoría de edad, en perjuicio de otra de sus cuatro hijas.
Tras conocerse la sentencia, el Tribunal ordenó que, una vez firme el fallo, se obtenga el perfil genético del condenado para ser remitido al Banco de Datos Genéticos, conforme a la Ley N°26.879.
Los abusos
La investigación determinó que el acusado ejerció conductas de índole sexual contra su hija nacida en 2009, entre los 9 y los 15 años, en la habitación que compartían en un hotel familiar y cuando él regresaba de su trabajo como taxista.
En episodios similares, también actuó del mismo modo contra otras dos de sus hijas —nacidas en 2013 y 2015— entre los 6 y los 8 años.
Los episodios tenían lugar cuando las niñas visitaban al acusado durante los fines de semana, ya que vivían con su madre mientras algunos de sus hermanos convivían con él. La pareja se había separado tras casi 20 años de relación, en la que tuvieron siete hijos.
La mayor de las víctimas fue quien logró contarle a su mamá, poco más de un año atrás, lo que ocurría. La denuncia se radicó tras ese relato, y los contactos con el acusado cesaron. Se supo que los episodios finalizaron cuando la adolescente tenía 15 años, tras una fuerte discusión con su padre.
Para el fiscal, la prueba fundamental del caso fueron los testimonios brindados en Cámara Gesell, donde las jóvenes describieron los hechos y mencionaron episodios de violencia si intentaban resistirse.
Luego de los alegatos, los jueces dieron a conocer la sentencia. Los fundamentos destacaron la solidez de todas las declaraciones, especialmente la de la denunciante: “Su exposición no presenta contradicciones relevantes, y cuando la fiscalía y la defensa profundizaron en aspectos puntuales, la joven amplió su explicación con naturalidad, sin exageraciones ni elementos incompatibles con la acusación principal”, sostuvo Valle.
“El patrón —silencio, temor y revelación durante la adolescencia— coincide con lo que suele observarse clínicamente en casos de violencia intrafamiliar”, concluyó el magistrado.

