El asado argentino es mucho más que un plato: es una ceremonia, una manera de compartir, una forma de identidad nacional que se transmite de generación en generación. Pocas costumbres representan tanto a la cultura argentina como el ritual del fuego, la parrilla y el encuentro en torno a la carne asada. Y como todo símbolo popular, merecía su propia fecha de homenaje. Por eso, cada 11 de octubre se celebra en el país el Día Nacional del Asado, una efeméride que busca rendir tributo a una tradición que une a todos los argentinos, sin distinción de edad, región o clase social.
El origen del Día Nacional del Asado
Aunque existe desde los tiempos de los gauchos, es una celebración relativamente reciente. Fue en 2013 cuando una comunidad en Facebook, llamada @diadelasadoargentino, propuso fijar una jornada especial para honrar “el rito social por excelencia que tenemos los argentinos: compartir un asadito en casa”. La convocatoria invitaba a todo el país a levantar una copa y prender las brasas para celebrar una de las costumbres más queridas del país.
La elección del 11 de octubre no fue casual. Se trata de una fecha estratégica por su cercanía con el Día del Respeto a la Diversidad Cultural, lo que suele dar lugar a un fin de semana largo ideal para reunirse al aire libre, aprovechar el clima primaveral y disfrutar de un buen asado entre familiares y amigos. Desde entonces, aunque no está establecido oficialmente por ley, se instaló en el calendario popular como una jornada para homenajear una tradición profundamente arraigada en el corazón argentino.
Historia del asado argentino: de los gauchos al mundo
Tiene su origen en el siglo XVIII, en tiempos de gauchos y grandes extensiones de campo. Mientras en las ciudades predominaban las recetas de herencia española, en las pampas se cocinaba carne al fuego, de manera rústica pero sabrosa. Los gauchos utilizaban los cortes más nobles del animal y los cocinaban lentamente sobre brasas, dando origen a una técnica que luego sería perfeccionada por generaciones de parrilleros.
Durante el siglo XIX, con el crecimiento de los saladeros y frigoríficos, la carne comenzó a llegar a las zonas suburbanas y urbanas. Así, el asado dejó de ser un plato exclusivo del campo y se convirtió en una costumbre compartida en todo el país. Con el paso del tiempo, sobrevivió a las modas gastronómicas extranjeras, se adaptó a los nuevos tiempos y hoy es reconocido en todo el mundo como un símbolo de la argentinidad.
Incluso, muchas expresiones artísticas y culturales —desde canciones hasta películas y obras literarias— han reflejado la importancia del asado como emblema nacional. En torno a la parrilla se construye una forma de sociabilidad, una manera de celebrar la vida, la amistad y el encuentro. En palabras simples: el asado no se come, se vive.

El ritual del asado: mucho más que cocinar carne
Hacer un asado no se trata solo de cocinar carne a las brasas. Es un ritual con pasos, tiempos y protagonistas. Todo comienza con la elección de los cortes y la preparación del fuego, sigue con la charla alrededor de la parrilla y culmina con el aplauso al asador, ese personaje central que, cuchillo en mano, se convierte en guardián del sabor.
Paso 1: elegir la carne y el carbón
El asador suele ser quien selecciona los mejores cortes: vacío, asado de tira, matambre, entraña, chorizos y morcillas son los clásicos infaltables. También se encarga del carbón o la leña, que determinarán el tipo de fuego y el aroma final del asado. En muchos hogares, esta tarea es casi un arte transmitido de padres a hijos.
Paso 2: preparar el fuego
Encender el fuego es una ciencia que requiere paciencia. No hay que apurarse: las brasas deben estar en su punto justo antes de recibir la carne. Mientras tanto, la música, la charla y la picada comienzan a amenizar la espera. Nada mejor que una guitarra y unas risas para acompañar el momento.

Paso 3: la picada y el vino
Una vez que la carne ya está en la parrilla, el resto de los comensales suele abrir el apetito con una buena picada. Quesos, salames, jamones y un vino tinto se vuelven aliados infaltables. Si el asado es improvisado, los argentinos recurren a clásicos como las papas fritas o el maní, demostrando que lo importante no es el menú, sino el encuentro.
Paso 4: los chorizos y la morcilla
Son los primeros en salir y muchas veces los más esperados. Los choripanes y morcipanes marcan el inicio de la comilona y abren el eterno debate: ¿son una simple entrada o la verdadera estrella de la parrilla? Lo cierto es que nadie se resiste a un buen chori recién salido del fuego.
Paso 5: la carne, protagonista del asado
El momento cumbre llega cuando el asador comienza a sacar los cortes principales. En algunas casas se prefiere la carne vacuna, en otras el cerdo o el pollo, pero todos coinciden en que el secreto está en la paciencia, la cocción lenta y el punto justo. La tabla del asador se convierte en el centro de atención, y mientras reparte porciones, los demás “pinchan” con el tenedor para probar un bocado antes de tiempo.
Paso 6: el aplauso final
El cierre del asado no tiene discusión: el aplauso al asador es una tradición tan importante como el fuego mismo. Es el reconocimiento al trabajo, la dedicación y el amor puestos en cada corte. Porque en Argentina, el asado no se improvisa: se celebra.

Un símbolo que une a todo un país
El Día Nacional del Asado se ha convertido en una fecha que refleja lo mejor del espíritu argentino: la pasión, la amistad y el disfrute compartido. En tiempos de cambios y diferencias, la parrilla sigue siendo un punto de encuentro universal. En cada rincón del país, del norte al sur, del campo a la ciudad, el humo del asado une a generaciones, familias y amigos.
Ya sea en una casa, un quincho o una plaza, el asado sigue representando la identidad nacional. Cada 11 de octubre, millones de argentinos prenden las brasas para rendir homenaje a esa tradición que nos define ante el mundo. Porque si hay algo que une a todos, es ese gesto tan simple y poderoso: compartir un asado.
