Un comerciante salteño recibió una condena de nueve años de cárcel por transporte de cocaína luego de que un peritaje confirmara la coincidencia de su voz en diversas comunicaciones telefónicas. El análisis, que arrojó un 80% de efectividad, fue considerado “determinante” por el tribunal para acreditar su responsabilidad en la causa.
El fallo recayó sobre Lucas Manuel Bonilla, hallado culpable por el delito de transporte de estupefacientes agravado por la cantidad de intervinientes, en calidad de coautor. Según se probó en el juicio, Bonilla daba órdenes por teléfono a otros implicados que fueron detenidos en mayo de 2024 con un cargamento de 136 kilos de cocaína mezclada con azúcar.
Durante el proceso, se detalló que el comerciante intentó ocultar su rol en la organización usando celulares a nombre de terceros y dejando su teléfono personal en su casa, para no ser rastreado.
Los jueces Gabriela Catalano, Marcelo Juárez Almaraz y Marta Snopek confirmaron que el chofer del camión donde se trasladaba la droga, condenado a 4 años de prisión, recibía las instrucciones de Bonilla, a quien tenía agendado como “Frío”.
El Ministerio Público Fiscal remarcó que la pericia de voz, con un 80% de coincidencia, fue un elemento central para probar la verdadera identidad de “Frío” como Lucas Bonilla.
La investigación comenzó el 12 de mayo de 2024, cuando una patrulla de Gendarmería acudió a la ruta 34, entre Embarcación y Pichanal, tras la denuncia de un automovilista sobre un camión que circulaba de forma peligrosa.
En el paraje La Quena, los agentes interceptaron al conductor Walter Passarino, quien esperaba una carga con destino a Salvador Mazza. Mientras revisaban la documentación, los gendarmes advirtieron que tenía antecedentes por hurto calificado y defraudación en Santa Fe.
Ante la sospecha, profundizaron la requisa y detectaron un fuerte olor a pintura en la baranda del chasis del camión. Allí hallaron un chapón que no correspondía a la estructura original y, debajo, localizaron 422 paquetes con un peso de 431 kilos.
En un primer momento se creyó que todo el cargamento era cocaína, aunque luego se determinó que en realidad solo 136 kilos correspondían a esa sustancia y el resto era azúcar.
Las pericias indicaron que la droga presentaba un nivel de pureza mucho menor al habitual, entre el 3% y el 46%. En el debate judicial se evaluó la hipótesis de que esta adulteración podría responder a una maniobra de engaño derivada de una disputa entre bandas narcocriminales.