En el marco de las celebraciones por el Día de la Independencia, el arzobispo de Tucumán, monseñor Carlos Sánchez, presidió este miércoles 9 de julio el tradicional tedeum en la catedral de Nuestra Señora de la Encarnación. A la ceremonia asistieron autoridades provinciales y municipales, entre ellas el gobernador Osvaldo Jaldo, el vicegobernador Miguel Ángel Acevedo, el senador Juan Manzur y la intendenta Rossana Chahla, además de representantes de diferentes credos.
Durante su homilía, monseñor Sánchez agradeció a Dios por la Patria y evocó el coraje de los congresales de 1816, quienes declararon la independencia de manera “unánime e indudable”. Destacó que los impulsaba “la esperanza en algo más grande y maravilloso”, y señaló que convirtieron una casa familiar en un símbolo nacional de encuentro y búsqueda del bien común.
Sin embargo, reconoció que aún queda mucho por hacer:
“El ideal de vivir en una Argentina como una gran familia, donde la fraternidad, la solidaridad y el bien común incluyan a todos, está lejos de alcanzarse. Nos falta derribar muros, tender puentes y achicar distancias, comprometiéndonos todos, poniéndonos la Patria al hombro”, como decía el cardenal Bergoglio, siendo obispo de Buenos Aires y después elegido Papa”, puntualizó.
En sintonía con el Jubileo, el arzobispo llamó a “reavivar la esperanza”, recordando que esta “no cede ante las dificultades porque se fundamenta en la fe y se nutre de la caridad”. Citó también al fallecido pontífice argentino, quien decía que “la esperanza cristiana no es ingenuidad ni resignación, sino certeza firme en el amor de Dios”.
Dirigiéndose a quienes atraviesan momentos difíciles, aseguró: “Jesús es nuestra esperanza, la esperanza que no defrauda. Él conoce el sufrimiento humano y ofrece alivio y consuelo. Aprendamos de Él, que es paciente y humilde de corazón”.
Sánchez también subrayó que hay “signos de esperanza” en la sociedad tucumana: el Acta Compromiso firmada por candidatos en 2023, el trabajo de la Mesa de Diálogo Interreligiosa, la solidaridad expresada en la colecta de Cáritas y las iniciativas de instituciones, empresas y organismos públicos por el bien común. “Cuidar de los pobres, de los jóvenes sin rumbo, de los enfermos, de los presos, de los que están solos o excluidos, es un verdadero himno de esperanza”, expresó.
“¡No nos dejemos robar la alegría ni la esperanza!”, exclamó, invitando a cada ciudadano a ser “signo de esperanza” desde su lugar. Y concluyó: “Mirar el futuro con esperanza también equivale a tener una visión de la vida llena de entusiasmo para compartir con los demás”.
La celebración finalizó con una oración a Jesucristo, Señor de la historia, pidiendo “la alegría de la esperanza que no defrauda”, y una invocación a la Virgen María, Madre de la Esperanza, para que acompañe y proteja a todos los hijos de la Patria. Luego del tedeum, representantes de diferentes credos realizaron una oración interreligiosa por la Argentina.