Cada 11 de septiembre en Argentina se celebra el Día del Maestro, una fecha que no fue elegida al azar: recuerda el fallecimiento de Domingo Faustino Sarmiento, considerado la figura más influyente en la historia de la educación argentina. Este día, aunque no es feriado nacional, sí implica la suspensión de clases en el nivel primario para homenajear a docentes y educadores en todo el país.
El legado de Sarmiento
Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) fue mucho más que un educador. Su nombre está ligado a la construcción del sistema educativo argentino y al impulso de la escuela pública como motor de desarrollo social. Fue escritor, periodista, político y, entre 1868 y 1874, presidente de la Nación.
Su apodo, “el padre del aula”, sintetiza su lucha por una educación moderna, laica y universal, en un tiempo en que el acceso al conocimiento era privilegio de pocos. Entre sus múltiples proyectos, insistió en la necesidad de una Ley nacional de educación que garantizara igualdad de oportunidades en todo el territorio. Aunque no pudo concretarla en vida, sus ideas marcaron el camino que luego cristalizaría con la Ley 1.420, sancionada en 1884 durante la presidencia de Julio Argentino Roca.
La Ley 1.420 fue una bisagra histórica: estableció que la educación debía ser obligatoria, gratuita y laica, pilares que aún hoy son referencia en el debate sobre la enseñanza pública. Ese avance institucional se reconoce como uno de los grandes logros de la Argentina de fines del siglo XIX, y tiene en Sarmiento a su inspirador principal.

El 11 de septiembre, un homenaje continental
El 11 de septiembre de 1888 Sarmiento murió en Asunción, Paraguay. Su partida fue un impacto regional, dado que su pensamiento había trascendido las fronteras argentinas. Décadas después, en 1943, se realizó en Panamá la Primera Conferencia de Ministros y Directores de Educación de las Repúblicas Americanas, donde se propuso que cada 11 de septiembre se conmemorara el Día del Maestro en honor a Sarmiento.
La iniciativa recién se formalizó en 1945, durante el gobierno de Edelmiro Farrell, cuando por decreto se oficializó la fecha en Argentina. Desde entonces, cada año la jornada se vive como un reconocimiento a la labor docente, con actos escolares, homenajes y recordatorios al maestro sanjuanino.
Presente: entre la celebración y la crisis
Más de un siglo después de la muerte de Sarmiento, el escenario educativo argentino enfrenta un contexto difícil. La educación pública atraviesa uno de los ajustes más profundos del Estado, con recortes presupuestarios que impactan tanto en la infraestructura escolar como en los salarios docentes y en programas de inclusión educativa.
“Vivimos una desintegración del sistema educativo”, advierten especialistas y sindicatos, señalando que la falta de inversión compromete la calidad de la enseñanza y profundiza las desigualdades sociales. El contraste es evidente: mientras se celebra a los docentes como protagonistas del futuro, las condiciones materiales del presente parecen erosionar ese reconocimiento.

Una fecha para reflexionar
El Día del Maestro no solo es una oportunidad para rendir homenaje a quienes eligen enseñar como vocación. También invita a reflexionar sobre el valor de la educación pública como política de Estado y sobre la necesidad de sostener y actualizar los ideales que Sarmiento defendió en el siglo XIX.
Aun con matices y debates —porque su figura también genera controversias en otros aspectos de su pensamiento político—, el aporte de Sarmiento a la educación sigue siendo ineludible. Su convicción de que la escuela es el espacio donde se construye ciudadanía resuena con fuerza en un presente donde la igualdad de oportunidades parece estar en riesgo.
El 11 de septiembre, entonces, es más que una fecha en el calendario: es un recordatorio de que el futuro de un país depende en gran medida de su capacidad para educar, formar y reconocer a sus maestros.