A veces no hace falta que se caiga un servidor para que todo tiemble. Esta semana, más de 13.000 usuarios de Mi Argentina , la aplicación oficial que usamos para gestionar trámites, credenciales y servicios del Estado, fueron víctimas de un ataque que expuso sus datos personales. No fue una vulneración directa a los sistemas del gobierno, según informaron desde Nación, sino algo incluso más inquietante: los atacantes accedieron a la información desde los propios dispositivos de los usuarios.
DNI, direcciones, correos electrónicos y nacionalidades quedaron al descubierto en foros donde se trafican bases de datos como si fueran mercancía. El hallazgo fue realizado por Birmingham Cyber Arms LTD, una firma dedicada a monitorear este tipo de actividades.
¿Y ahora qué? Es fácil indignarse y pedir explicaciones y deberíamos hacerlo, pero también es el momento de revisar nuestros hábitos digitales. ¿Usamos contraseñas seguras? ¿Activamos el segundo factor de autenticación? ¿Tenemos actualizado el software del celular o seguimos ignorando esos cartelitos de “instalar ahora”?
Lo que ocurrió con Mi Argentina no es un hecho aislado. PAMI, Renaper, el Senado… la lista es larga, y los patrones se repiten. Mientras los sistemas se fortalecen, los atacantes buscan fisuras donde menos las esperamos: en nosotros.
La ciberseguridad no depende únicamente de grandes inversiones o políticas estatales. También empieza en casa, en cada clic que damos. Saber qué permisos tiene una app, qué red Wi-Fi estamos usando, qué datos compartimos, todo eso importa. Mucho más de lo que solemos pensar.
Este incidente debería servir como recordatorio. No para alarmarnos, sino para aprender. Porque en el mundo digital, cuidar nuestra identidad ya no es opcional. Es parte de nuestra responsabilidad como ciudadanos.