Moldavia expuso este miércoles un dron de origen ruso que se precipitó en su territorio, colocándolo a la vista de todos en la entrada del Ministerio de Relaciones Exteriores. La decisión coincidió con la citación formal al embajador de Moscú en Chisinau, en un gesto que refleja el creciente malestar del país por el impacto de la guerra que Rusia libra contra la vecina Ucrania.
La pequeña república exsoviética —ubicada entre Ucrania y Rumania y miembro de la OTAN— ha denunciado reiteradas violaciones de su espacio aéreo desde la invasión rusa de 2022. En los últimos años, el gobierno moldavo expulsó a decenas de diplomáticos y empleados de la embajada rusa por diversos episodios que deterioraron aún más su vínculo bilateral.
Tras convocar a Oleg Ozerov este miércoles, la Cancillería decidió exhibir públicamente el aparato accidentado. Horas más tarde, difundió en redes sociales un video en el que se observa al diplomático saliendo de la sede oficial y caminando frente al dron, que llevaba una “Z” roja, símbolo utilizado por las fuerzas rusas desde el inicio de la invasión.

El dispositivo —identificado como un dron Gerbera de fabricación rusa y recuperado por la policía— había caído el martes sobre el techo de una vivienda en una localidad del noreste de Moldavia, próxima a la frontera con Ucrania. De acuerdo con el Gobierno, este episodio forma parte de una serie de seis incursiones similares que vulneraron su espacio aéreo.
La Cancillería moldava informó que entregó a Ozerov una “nota de protesta por el sobrevuelo ilegal”, al que calificó de “totalmente inaceptable” y de “grave violación de la soberanía nacional”.
Consultado por medios locales, el embajador ruso le restó importancia al incidente. Se preguntó por qué el dron estaba intacto sobre un tejado sin haber provocado daños y sugirió que podría tratarse de una maniobra para empeorar una relación bilateral ya deteriorada. “¿Se lo creen?”, cuestionó, apuntando a “los numerosos intentos de perjudicar nuestras relaciones con Moldavia, que se encuentran en su punto más bajo de la historia”.

Las tensiones se profundizan mientras el Gobierno proeuropeo de Chisinau avanza con un proyecto para cerrar un centro cultural ruso, al que considera una institución “que no tiene nada de cultural”. La iniciativa fue duramente criticada por el Kremlin y por sectores políticos prorrusos dentro del país. El texto aún debe recibir la aprobación final del Parlamento, aunque las autoridades han anticipado que la clausura está prevista para el verano de 2026.








