En una Plaza de San Pedro colmada por más de 150 mil fieles y ante la presencia de líderes de todo el mundo, León XIV dio inicio oficialmente a su pontificado con una ceremonia cargada de símbolos, continuidad y una visión pastoral clara: amor, unidad y paz global.
La misa comenzó a las diez de la mañana, tras los rituales de inicio del pontificado, donde el nuevo Papa recibió el palio y el Anillo del Pescador. La ceremonia estuvo marcada por gestos que buscaron representar la diversidad del pueblo católico: cardenales de diferentes continentes, laicos, religiosos, religiosas y jóvenes expresaron su obediencia al nuevo Pontífice.
En su homilía, León XIV propuso una línea de continuidad explícita con su predecesor, Francisco, a quien recordó con emoción y gratitud. “Durante la misa sentí fuertemente su presencia espiritual”, afirmó, al tiempo que evocó la bendición final de Francisco en Pascua como un momento de esperanza para la Iglesia. “El Señor nunca abandona a su pueblo”, dijo, en alusión a los tiempos difíciles tras la muerte del Papa argentino.
La continuidad no fue solo espiritual, sino también doctrinal. Retomando conceptos de Evangelii Gaudium y Fratelli Tutti, León XIV habló de una Iglesia “que camina junto a otros”, una Iglesia sinodal, abierta, comprometida con el prójimo. “Amor y unidad” fueron las palabras clave que repitió como pilares de su pontificado: una invitación a superar divisiones internas y ofrecer al mundo un rostro reconciliador de la fe.
El nuevo Papa también miró hacia el pasado más lejano: citó a León XIII, de quien tomó su nombre, y lo usó como puente para conectar su mensaje espiritual con los desafíos geopolíticos actuales. “Si la caridad prevaleciera en el mundo, ¿no cesarían de inmediato todos los conflictos?”, se preguntó, retomando una frase del pontífice de la Rerum Novarum. A continuación, mencionó el sufrimiento en Gaza, las muertes en Myanmar y la guerra en Ucrania, donde –dijo– “se espera una paz justa y duradera”.
Minutos después de la misa, León XIV recibió en privado al presidente ucraniano Volodímir Zelensky, en lo que se interpretó como un gesto diplomático cargado de significado. Antes del inicio de la ceremonia, ya se había reunido con la presidenta de Perú, Dina Boluarte, en otro movimiento que evidencia el enfoque latinoamericano y global de su pontificado.
Con un llamado final a ser “fermento de un mundo reconciliado”, León XIV dejó delineada la hoja de ruta de su papado: una Iglesia en continuidad con Francisco, activa frente a los conflictos del presente, defensora de los pobres y promotora de la unidad sin uniformidad. En un mundo marcado por la fragmentación y el discurso polarizante, su mensaje inaugural aparece como una apuesta por la escucha, la compasión y el diálogo.