Se corre en Hungría. Y aunque el receso estival está a la vuelta de la esquina, nadie afloja en la Fórmula 1. Los pilotos tendrán vacaciones, los equipos también, pero el trabajo no se detiene. Porque en esta categoría se corre incluso cuando no hay carreras.
El Gran Premio de Hungría en el renovado Hungaroring es la antesala del descanso, pero también un escenario que dejó varios mensajes. Uno, bastante claro: el dominio de McLaren empieza a resultar aburrido. Lando Norris y Oscar Piastri marcaron el ritmo del fin de semana desde el arranque. Las dos prácticas del viernes fueron una paliza técnica: no sólo se quedaron con los mejores tiempos, sino que pulverizaron los registros del año pasado. En la segunda práctica, se giró más de dos segundos más rápido que en la FP3 de 2024. En este nivel, ese número es un abismo.
El otro gran protagonista del día fue el que no estuvo: el neerlandes Max Verstappen. El tricampeón mundial tuvo un viernes gris, con un 14º puesto en la segunda sesión que encendió más de una alarma. El circuito húngaro nunca fue su favorito, pero lo del viernes fue directamente un tropezón. Para peor, su compañero, Yuki Tsunoda, cerró noveno. Algo no está funcionando del todo bien en el equipo Red Bull y lo saben.

El circuito, mientras tanto, luce como nuevo. Más de 70 millones de dólares se invirtieron en reformas: re asfaltado completo, boxes renovados, infraestructura a nivel top. Desde aquella primera carrera en 1986 que el brasileño Nelson Piquet le robó a su compatriota Ayrton Senna en una maniobra de rally, el trazado húngaro se ha consolidado como un clásico. Y ahora, como una joya tecnológica.

Pero no todo es McLaren, Red Bull y recuerdos de los 80. También está Alpine, el equipo que más duele mirar, al menos desde este lado del mundo. Pierre Gasly y Franco Colapinto cerraron la segunda práctica en los puestos 19 y 20, separados por una diferencia mínima: 114 milisegundos. Nada. Una pestañeo.
Y, sin embargo, todo pesa. Porque para Colapinto —el pibe de Pilar— cada vuelta es una batalla. Lo dijo él mismo: “empezamos bien y terminamos como siempre”. Crudo. Pero real. Lo cierto es que a Alpine le falta. Y a Franco también, como le faltaría a cualquier piloto que recién llega.
Y acá hay que frenar un poco. Porque desde que Colapinto aterrizó en la F1, se sumó mucha gente nueva a mirar carreras. Bienvenidos. Pero cuidado: no es fácil ser uno de los 20 mejores del mundo. Esto no es la Fórmula 1 de los 70 u 80, donde con algo de dinero te metías en la grilla. Hoy, cada asiento es una guerra ganada. Y Colapinto la ganó. Está. Corre. Compite. Y eso ya es histórico para el automovilismo argentino.





















¿Qué no gana? Lógico. Salvo que seas un fuera de serie tipo Hamilton, nadie gana de entrada. Lo decía Reutemann: la F1 es jodida. Franco está en ese club selecto de los que llegaron. Y merece banca. No crítica ligera de teclado.
Además, todo lo que ocurre ahora es preparación para 2026, cuando cambian motores, reglamentos y hasta el mapa político de las escuderías. Alpine, hoy parte del grupo Renault, correrá el año próximo con motores Mercedes-Benz. ¿Te suena más competitivo?
Por ahora, queda una práctica más y la clasificación. El receso espera. Pero Hungría ya dejó varios titulares: la superioridad de McLaren, la rareza de ver a Verstappen tan lejos, y el trabajo silencioso de un argentino que corre donde pocos pueden correr. Y eso, guste o no, es para aplaudir.
