La temporada 2025 de la Fórmula 1 quedará marcada como uno de esos años bisagra. Esos en los que, al mirar hacia atrás, uno entiende que varias piezas del tablero mundial empezaron a moverse todas al mismo tiempo. No se trató solamente del campeonato, de los números fríos o de los podios; 2025 fue un año donde las certezas temblaron, donde las jerarquías se pusieron en duda, y donde el deporte volvió a recordar que su esencia es la imprevisibilidad. Fue, en pocas palabras, un año donde la F1 decidió reescribirse.
El inicio tuvo a Red Bull como la referencia de siempre, pero con un detalle que con el correr de las fechas se volvió imposible de negar: esa diferencia aplastante que la escudería había mostrado durante toda la era de las unidades híbridas modernas empezaba a evaporarse. Ferrari, McLaren y Mercedes aparecieron con armas nuevas, mejor adaptadas a las demandas aerodinámicas del 2025, y lo que parecía otro paseo de dominio se transformó en un campeonato profundamente peleado. Una temporada donde cada décima volvía a valer oro, como en las épocas más románticas de la categoría.
La lucha por el título fue uno de los grandes relatos del año. Hubo fines de semana dominados por McLaren, con un Lando Norris cada vez más asentado en su papel de aspirante serio, casi inevitable, al campeonato. Ferrari mostró una madurez técnica que hacía tiempo se le reclamaba, alternando contundencia y errores, pero siempre en la discusión. Mercedes, sin volver al esplendor total, recuperó una competitividad que le permitió ser juez, si no parte. Y en ese caos, Red Bull debió dejar atrás la comodidad y, por primera vez en muchos años, correr a la defensiva.

La temporada también dejó momentos de fuerte simbolismo. Carreras bajo la lluvia donde la destreza volvió a tener más peso que el dato telemétrico. Clasificaciones donde los primeros diez quedaban encerrados en pocas décimas. Y una sensación generalizada de que la Fórmula 1 había recuperado ese nervio competitivo que, por momentos, parecía dormido. 2025 no tuvo un ritmo lineal: tuvo capítulos, giros, polémicas y resurrecciones deportivas. Fue, ante todo, un año narrativo.

Colapinto y su paso clave dentro de la Fórmula 1
En el medio de esa batalla por la cima, hubo otro foco que acaparó miradas: el proyecto renovado de Alpine. La escudería francesa encaró el 2025 con una dupla que combinaba experiencia y futuro, autocrítica y ambición. Pierre Gasly, ya consolidado como referente del equipo, encaró la temporada con la misión de liderar un proyecto en reconstrucción. Y junto a él, el ingreso de Franco Colapinto en un rol que, aunque no lo ponía aún como piloto titular de todos los domingos, marcaba un paso decisivo en su ascenso dentro de la Fórmula 1.
Gasly vivió un año de contrastes, pero también de claridad. Alpine de 2025 no fue un coche dominante, ni siquiera un coche cómodo. Sin embargo, el francés entregó fines de semana de enorme precisión, especialmente cuando el monoplaza se comportaba dentro de la ventana ideal. Sus actuaciones en clasificación fueron un punto alto, y su regularidad en carrera permitió que Alpine evitara hundirse en un pelotón que estuvo más apretado que nunca. Gasly se volvió, una vez más, un piloto que maximiza lo disponible, incluso cuando lo disponible no alcanza.
Pero la gran historia del equipo, al menos desde este lado del planeta, tuvo nombre propio: Franco Colapinto. El piloto argentino dio un paso clave: estar dentro del universo operativo de Alpine, trabajar en las simulaciones del fin de semana, participar en sesiones oficiales y nutrirse, por primera vez a tiempo completo, de la dinámica real de un equipo de Fórmula 1. Su temporada estuvo marcada por la paciencia activa, esa que exige estar listo para subir al auto cuando te llaman… y que premia a quienes se integran sin fricciones.
Cada salida de Colapinto —ya sea en entrenamientos oficiales o en jornadas de desarrollo— mostró madurez y progreso. Su adaptación al estilo del Alpine fue rápida, y sus tiempos, comparados con los de Gasly en simulaciones equivalentes, fueron bien recibidos dentro del equipo. Franco sumó kilómetros, datos, presencia en el paddock y, sobre todo, reputación: la reputación de un piloto serio, técnicamente prolijo y psicológicamente firme.
2025 será recordado como su año de consolidación profesional. No como aquel donde consiguió el salto definitivo, sino como el año donde dejó de ser una promesa para convertirse en una opción real, considerada, evaluada y, en algunos momentos, incluso necesaria para el proyecto Alpine de Fórmula 1. Su presencia en el box, su aporte en el simulador y su entendimiento del coche constituyeron parte del crecimiento técnico del equipo.
El balance final del 2025 deja varias conclusiones. La primera es que la Fórmula 1 volvió a abrazar el equilibrio competitivo: ese que la hace vibrante, ese que la hace impredecible. La segunda es que los proyectos a largo plazo volvieron a ser protagonistas, en un deporte que muchas veces se acelera para obtener resultados inmediatos. Y la tercera es que, para la Argentina, la historia empieza a tomar un nuevo color: porque Franco Colapinto ya no es un invitado ocasional en la máxima categoría. Es parte del sistema, parte del paddock, parte del futuro.
2025 nos recordó que los ciclos se reinventan. Que los equipos dominantes pueden tambalear, que los outsiders pueden crecer, que los pilotos jóvenes pueden abrirse camino con trabajo sostenido. Y que la Fórmula 1, más allá de sus transformaciones tecnológicas, sigue siendo un deporte profundamente humano.
Un deporte donde nada está garantizado… salvo la emoción.

