Bolivia vivió este domingo una de las jornadas electorales más trascendentes de los últimos años. Pasadas las 16 horas locales, los centros de votación cerraron sus puertas, aunque las personas que permanecían en fila aún tuvieron la posibilidad de emitir su sufragio. La elección estuvo marcada por un clima de expectativa y normalidad, más allá de algunos incidentes menores que no lograron alterar el desarrollo general del proceso.
Las elecciones se celebran en un contexto de gran incertidumbre política y económica, con una ciudadanía marcada por el descontento y con un alto porcentaje de indecisos. La particularidad de este proceso es que, por primera vez en más de veinte años, el bloque de izquierda concurrió dividido, debilitando su histórico predominio.
Una izquierda fragmentada y opositores en ascenso
En el panorama electoral, los opositores Samuel Doria Medina, referente de la alianza Unidad, y el exmandatario Jorge “Tuto” Quiroga —quien gobernó entre 2001 y 2002 y hoy encabeza la propuesta de Libre— lograron posicionarse en los primeros lugares de las encuestas. Sin embargo, ninguno de ellos alcanzó la ventaja suficiente para imponerse directamente en primera vuelta.
La fractura del oficialismo quedó en evidencia con el retroceso de Andrónico Rodríguez, el aspirante de izquierda con mayor proyección, que descendió hasta el quinto lugar con apenas un 5% de intención de voto. Este resultado refleja el impacto de la división interna y la pérdida de apoyo popular.
Otro dato clave es el elevado porcentaje de sufragios en blanco, nulos y electores que no definieron su preferencia, que en conjunto superan el 30%. Esa cifra no solo marca un récord histórico en el país, sino que también representa más que cualquiera de los ocho candidatos en competencia, consolidando un escenario abierto y altamente competitivo.
Evo Morales y la campaña por el voto nulo
En paralelo, el expresidente Evo Morales, inhabilitado judicialmente para postularse, protagonizó una campaña inédita: llamó abiertamente a sus seguidores a marcar un voto nulo como forma de protesta. Morales calificó el proceso electoral como una maniobra diseñada para excluir a los sectores populares e indígenas de la vida política.
“Esta elección está hecha para que vuelva la derecha y no el pueblo boliviano, una democracia sin el pueblo, sin la Bolivia profunda, sin el movimiento indígena, sin el movimiento popular”, declaró el exmandatario, en un mensaje que buscó reafirmar la vigencia del evismo a pesar de su imposibilidad de competir.
Según las últimas mediciones, el voto nulo ya se ubica en torno al 14,6%. Aunque no será contabilizado en el resultado final, analistas coinciden en que funciona como un canal para expresar la disconformidad del movimiento afín a Morales dentro de un marco institucional.
Camino a un balotaje inédito
De confirmarse las tendencias, Bolivia se encamina a vivir por primera vez en su historia un balotaje presidencial. La segunda vuelta está prevista para el 19 de octubre, lo que abriría una nueva etapa política marcada por la necesidad de alianzas, negociaciones y acuerdos para lograr la gobernabilidad.
La fragmentación de la oferta electoral y la falta de una mayoría clara anticipan semanas intensas de definiciones. En un país que combina crisis económica, tensiones políticas y una ciudadanía cada vez más desafiante hacia los partidos tradicionales, los comicios de este domingo podrían marcar un punto de inflexión en la democracia boliviana.
Con las urnas ya cerradas, comienza ahora el escrutinio oficial, mientras la sociedad boliviana aguarda expectante los resultados que definirán si finalmente el país entra en una segunda vuelta presidencial sin precedentes.