El primer ministro de Francia, Sébastien Lecornu, buscó este viernes tender puentes con la oposición para garantizar la aprobación de los presupuestos de 2026 y evitar que se repita la crisis política que ha marcado los últimos meses en el país. Consciente de la debilidad de su administración —la cuarta en menos de un año—, el dirigente macronista ofreció un tono conciliador, pero sus esfuerzos no lograron convencer a los principales partidos.
En un gesto inusual, Lecornu anunció que no apelará al artículo 49.3 de la Constitución, mecanismo que habilita a aprobar leyes sin votación parlamentaria. “Estamos en el momento más parlamentario de la Quinta República (…) no podemos imponernos por la fuerza y no se puede forzar a la oposición”, explicó. Con esta decisión, intentó marcar distancia de sus predecesores, que recurrieron a esa herramienta para aprobar los presupuestos de 2025 y la polémica reforma previsional que elevó la edad mínima de jubilación a 64 años.
El primer ministro de 39 años pidió a las fuerzas políticas buscar compromisos y ceder en algunos puntos. “En los grandes asuntos de debate las cosas no son binarias. Siempre se puede encontrar terreno común”, sostuvo.
La oposición se mantiene firme
Las señales de apertura, sin embargo, no calmaron a la oposición. Lecornu mantuvo reuniones con socialistas, ecologistas, comunistas y con la líder ultraderechista Marine Le Pen. Aunque los socialistas fueron los que más tiempo pasaron en su despacho —más de dos horas—, se retiraron sin mostrar apoyo. Olivier Faure, su principal referente, advirtió: “No estamos satisfechos, mantenemos nuestras exigencias (…) Le damos unas horas más para que reflexione sobre ellas y nos responda en el discurso de política general”.
Entre los pedidos socialistas figura un impuesto más fuerte sobre el patrimonio de las grandes fortunas y la derogación de la reforma de las pensiones de 2024, considerada uno de los emblemas del mandato de Emmanuel Macron. “Si se pone bajo tutela del Parlamento, debe hacerlo de la A a la Z”, recalcó Faure.
Más duro fue Jean-Luc Mélenchon, líder de La Francia Insumisa, que ni siquiera se sumó a la ronda de contactos. “No te creemos, Lecornu. Solo has dicho palabras sin contenido real”, lanzó, confirmando que su bancada presentará una moción de censura.
Condiciones desde la derecha y la ultraderecha
El panorama tampoco es favorable con sus eventuales aliados de la derecha moderada. Bruno Retailleau, ministro del Interior en funciones y referente de ese sector, condicionó su apoyo a compromisos concretos contra la inmigración ilegal y a un plan de reducción del déficit público. Además, cuestionó los guiños hacia los socialistas, a los que acusó de obstaculizar los recortes necesarios.
Marine Le Pen, por su parte, se mostró igualmente escéptica. En su reunión reiteró sus demandas habituales: reducir ayudas a inmigrantes y disminuir la contribución de Francia a la Unión Europea. Tras el encuentro, describió a Lecornu como un líder “poco claro” y sin propuestas firmes para su sector.
Un futuro político incierto
La situación de Lecornu es crítica: debe anunciar este fin de semana la conformación de un nuevo gabinete, que se prevé continuista, y preparar el discurso de política general del martes, del cual dependerá su supervivencia en el cargo.
Con una deuda pública que ya alcanza el 115,6% del PIB y tras las caídas de los gobiernos de François Bayrou en septiembre y de Michel Barnier en diciembre, el actual primer ministro camina sobre una cuerda floja. Su desafío es doble: mantener cohesionado al bloque macronista y, al mismo tiempo, lograr consensos mínimos con la oposición. Pero los reclamos se encuentran en polos opuestos: mientras los socialistas piden justicia fiscal y la reversión de la reforma previsional, la derecha exige austeridad y mano dura migratoria.
Por ahora, el único logro de Lecornu es haber evitado —al menos por el momento— un nuevo uso del artículo 49.3. La gran incógnita es si ese gesto simbólico alcanzará para frenar la amenaza de mociones de censura y garantizar la estabilidad de un gobierno que sigue pendiendo de un hilo.
