Cada 18 de diciembre se conmemora el Día Internacional del Migrante, una fecha que invita a reflexionar sobre uno de los fenómenos sociales más antiguos y, a la vez, más actuales de la humanidad: la migración. En un mundo atravesado por crisis económicas, conflictos armados, desigualdades estructurales y, cada vez más, por el impacto del cambio climático, millones de personas se ven obligadas —o eligen— dejar su lugar de origen en busca de mejores oportunidades, seguridad o simplemente un futuro posible.
Lejos de ser una efeméride simbólica, esta jornada apunta a poner en agenda los derechos, los aportes y los desafíos que atraviesan las personas migrantes en todos los continentes.
¿Por qué se celebra el 18 de diciembre?
La elección de esta fecha no es casual. El 18 de diciembre de 1990, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos de Todos los Trabajadores Migratorios y de sus Familiares. Este tratado internacional establece un marco jurídico fundamental para garantizar derechos humanos básicos a las personas migrantes, independientemente de su situación administrativa.
Sin embargo, la convención tardó más de una década en entrar en vigor —recién lo hizo en 2003— debido a la falta de ratificaciones por parte de muchos Estados receptores de migrantes. Ese dato, por sí solo, refleja una de las grandes tensiones que atraviesa el fenómeno migratorio: su importancia global contrasta con la resistencia política a asumir compromisos concretos.
En el año 2000, Naciones Unidas decidió instaurar oficialmente el Día Internacional del Migrante, con el objetivo de sensibilizar a la opinión pública, promover políticas inclusivas y reforzar la protección de los derechos humanos de quienes migran.
Migrar: una realidad histórica que no se detiene
Migrar no es un fenómeno nuevo. Desde los primeros desplazamientos humanos hasta las grandes olas migratorias del siglo XIX y XX, el movimiento de personas ha sido clave en la construcción de sociedades, economías y culturas. Lo que sí cambió en las últimas décadas es la escala, la visibilidad y la complejidad del proceso.
Hoy, según estimaciones internacionales, hay más de 280 millones de personas migrantes en el mundo, lo que representa alrededor del 3,5 % de la población global. Detrás de ese número hay historias diversas: trabajadores que cruzan fronteras para sostener economías enteras, familias que huyen de guerras, jóvenes que buscan estudiar, mujeres que migran para sostener a sus hogares y personas que escapan de desastres ambientales.
El Día Internacional del Migrante busca justamente humanizar esas cifras, recordar que cada desplazamiento implica una decisión difícil y, muchas veces, un enorme sacrificio personal.
Derechos humanos y migración: una deuda persistente
Uno de los ejes centrales de esta conmemoración es la defensa de los derechos humanos de las personas migrantes. A pesar de los marcos legales existentes, millones de migrantes enfrentan situaciones de discriminación, explotación laboral, trata de personas, racismo y xenofobia.
En muchos países, la condición migratoria se convierte en una barrera para acceder a derechos básicos como la salud, la educación, la vivienda o la justicia. El miedo a la deportación o a la estigmatización empuja a miles de personas a aceptar trabajos precarios o a vivir en condiciones de extrema vulnerabilidad.
La fecha del 18 de diciembre funciona, entonces, como un recordatorio incómodo pero necesario: los derechos humanos no dependen de la nacionalidad ni del estatus migratorio.
El aporte de las personas migrantes a las sociedades de destino
Otro de los objetivos del Día Internacional del Migrante es revertir los discursos negativos que suelen asociar la migración con problemas de seguridad o presión económica. Numerosos estudios demuestran que las personas migrantes realizan aportes fundamentales en áreas clave como la salud, la construcción, la agricultura, la ciencia, la cultura y el deporte.
Además, las comunidades migrantes enriquecen a las sociedades de destino desde lo cultural, gastronómico y social, ampliando miradas y promoviendo el intercambio intercultural. En muchos países, su trabajo sostiene sistemas productivos completos y contribuye de manera decisiva al crecimiento económico.
Reconocer estos aportes no implica negar los desafíos de la migración, sino abordarlos desde políticas públicas inclusivas y basadas en derechos, en lugar de discursos de exclusión.
Migración y desafíos actuales
En los últimos años, el fenómeno migratorio se vio atravesado por nuevos factores. El cambio climático, por ejemplo, comienza a generar desplazamientos forzados debido a sequías, inundaciones y eventos extremos. A esto se suman conflictos armados prolongados, crisis políticas y desigualdades económicas cada vez más profundas.
El Día Internacional del Migrante también invita a reflexionar sobre la responsabilidad compartida de los Estados, la necesidad de cooperación internacional y la urgencia de generar vías de migración seguras, ordenadas y regulares.
Una fecha para reflexionar y actuar
Más allá de los actos conmemorativos, el 18 de diciembre plantea una pregunta de fondo: ¿qué lugar ocupan las personas migrantes en nuestras sociedades? La respuesta no puede limitarse a un día en el calendario. Implica revisar políticas, discursos y prácticas cotidianas.
El Día Internacional del Migrante no solo recuerda una convención internacional, sino que interpela a gobiernos, instituciones y ciudadanos a construir sociedades más justas, inclusivas y solidarias, donde migrar no sea sinónimo de exclusión, sino de dignidad y derechos.
