Un análisis de ADN confirmó la identidad de los restos hallados en una propiedad ubicada en el barrio porteño de Coghlan, justo al lado de la casa donde vivió el músico Gustavo Cerati. Se trata de Diego, un joven de 16 años que desapareció el 26 de julio de 1984 y era intensamente buscado por su familia desde entonces.
El hallazgo ocurrió de manera fortuita el 20 de mayo pasado, cuando obreros realizaban excavaciones en un terreno de la calle Congreso al 3700 para la construcción de un edificio. En medio de las tareas, una parte de tierra se desprendió y dejó al descubierto lo que parecían ser restos óseos humanos. El arquitecto a cargo del proyecto alertó de inmediato al 911, y efectivos de la Comisaría Vecinal 12C se presentaron en el lugar.
En ese momento, el cuerpo fue encontrado enterrado en una fosa pequeña ubicada sobre la medianera que separa la propiedad en cuestión del chalet que habitó Cerati entre 2001 y 2003. La fosa medía apenas 40 centímetros de profundidad, 60 de ancho y 1,20 metros de largo.
La vivienda había sido habitada también por otras figuras como la artista plástica Marina Olmi —hermana del actor Boy Olmi—, Hilda Lizarazu y Tito Losavio. En tiempos anteriores, la propiedad había pertenecido a una mujer alemana llamada Olga Schuddekopf y fue utilizada como sede de la iglesia Santa María. Contaba con una pileta, patio amplio y dos casas: una al frente y otra al fondo.
La investigación quedó a cargo del fiscal Martín López Perrando, quien solicitó la intervención del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). El 20 de mayo, peritos de la Policía Científica de la Ciudad levantaron 151 fragmentos óseos (tibia, peroné, mandíbula, piezas dentales, entre otros), además de objetos personales como una llave, un llavero naranja, un fragmento de reloj marca CASIO, una etiqueta de ropa, un trozo de tela y un dije con inscripciones en chino o japonés.
Un mes después, los especialistas del EAAF concluyeron que los restos pertenecían a un adolescente de entre 16 y 19 años, que había sido asesinado de forma violenta. Presentaba una herida cortopunzante a la altura de la cuarta costilla, por detrás del brazo, y signos de intento de desmembramiento.
Aún faltaba identificarlo. El punto de quiebre se dio cuando un sobrino de Diego, al leer las noticias sobre el hallazgo, sospechó que podría tratarse de su tío desaparecido. La madre de Diego accedió a realizarse un análisis de ADN, que finalmente dio positivo. Así se confirmó la identidad del adolescente que estuvo desaparecido durante 41 años.
Diego vivía con su familia en el límite entre los barrios de Villa Urquiza y Belgrano. El día de su desaparición, había almorzado en su casa y luego le pidió a su padre algo de dinero para ir a visitar a un amigo. Nunca volvió. Su familia intentó hacer la denuncia, pero la Policía Federal Argentina se negó a tomarla. Desde el primer momento, el caso fue caratulado como “fuga de hogar”.
Su padre, Juan Benigno, luchó durante años para visibilizar la desaparición. En 1986, dos años después de los hechos, denunció en una entrevista con la revista Esto! que las autoridades no habían hecho nada para investigar. “Protesté por esa carátula, pero fue como si nada. ¿Qué quiere que investiguen si ya dan por sentado que él se fue, no que me lo robaron?”, había dicho.
Diego era estudiante de la Escuela Nacional de Educación Técnica (ENET) N°36 y jugaba al fútbol en el club Excursionistas, en Belgrano.
El caso genera conmoción por la brutalidad del crimen, la negligencia en su momento de las fuerzas de seguridad y la forma en la que finalmente se resolvió: gracias a la memoria de un sobrino y al trabajo del EAAF. Esta organización continúa recolectando muestras genéticas de familiares de personas desaparecidas en democracia para compararlas con cuerpos no identificados. Quienes necesiten comunicarse pueden hacerlo al 0800-345-3236 o al correo electrónico: casos@eaaf.org.